¡Jo Tía qué buena estás! Eres irresistible, me decía acariciándome el culo después de una larga jornada de sexo.
Mi cuerpo desmayado sobre su cama, de costado y de espaldas a él. Era tierno en la cama, quizás demasiado. Para mi gusto hace falta un poco de picante. Con una nalgada habría estado muy bien pues le da como un toque de morbo al asunto.
¡Qué buena estás madre mía! Es que te juro -continuaba mientras se acercaba para besarme el hombro-, mi cara hundida en la almohada, mirando hacia la ventana, sonreía y mis cejas se arqueaban de emoción. No pronuncié palabra.
Buscando tentarme arrimó su cuerpo hacia el mío. Déjame descansar por favor, son las 5 de la mañana y no hemos dormido nada. Te pido una tregua, llevamos dos horas aquí y lo único que hemos hecho ha sido follar.
Perdón, pero es más fuerte que yo, te toco el culo y ya me apetece de nuevo follar. Volteo a verlo. Me sonríe con cara de cachondo. Ya… de verdad te digo. ¿Es que cómo hago? Eres irresistible, te veo el culo, lo toco y no puedo sino excitarme.
Pues deja ya de tocarme el culo y dormimos ¿si?
Tan solo hora y media duró mi instrucción. No sé si realmente considerarme irresistible o fácil de seducir.
Con este chico compartí aquel baño casual
Prefieres… ¿otras historias de cama? Cucharita
Guardar